lunes, 13 de abril de 2009

SE PUEDE CREER EN LOS TESTIGOS DE JEHOVA

El apologista católico Carlos Caso-Rosendi, colaborador de la web Vox Fidei, y responsable del blog “Iglesia y sociedad” en el portal español de información religiosa Religión en Libertad, ha publicado una serie de cinco artículos sobre los testigos de Jehová, secta a la que perteneció, y que reproducimos aquí con el permiso del autor, al que agradecemos su trabajo divulgativo.Este post es el primero de una serie sobre los Testigos de Jehová, bien conocidos en España e Iberoamérica por su actividad proselitista. Para los católicos responsables, la visita de los jehovistas es una oportunidad de rescatar el alma del testigo que toca a su puerta. Es posible que ese testigo sea un ex-católico seducido por la secta a una vida de esclavitud comercial. Si estamos preparados podemos usar la oportunidad para ejercer la mejor caridad cristiana, que es dar el Evangelio a quienes más lo necesitan. En México y América Central, más de 100.000 Testigos de Jehová han vuelto a la Iglesia Católica en los últimos diez años.¿Quién no ha sido alguna vez visitado por los testigos de Jehová? Aunque muchos no los conocen por ese nombre, seguramente recordarán a una persona bien vestida y sonriente que les ofreció comprar alguna de las publicaciones de la “Sociedad Watchtower de Biblias y Tratados, Inc.” Las más conocidas publicaciones de esa sociedad norteamericana son “La Atalaya” y “¡Despertad!” (conocidas en inglés como The Watchtower y Awake!) que se distribuyen mensualmente por millones a través de una red mundial de congregaciones de testigos de Jehová. Aparte de las revistas ya mencionadas los testigos distribuyen libros que explican sus peculiares doctrinas, una Biblia traducida especialmente (la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras) y numerosos otros tratados y folletos. Todo este esfuerzo editorial está dirigido a captar nuevos prosélitos que a su vez puedan distribuir más productos de la Sociedad Watchtower. Los testigos de Jehová trabajan gratuitamente distribuyendo ese material—de hecho, cada Testigo o “publicador” paga de su propio bolsillo por la literatura que distribuye—y están obligados por la Sociedad Watchtower a trabajar un mínimo de horas mensuales distribuyendo impresos. Esto no es una tarea opcional, los testigos que no predican (llamados “irregulares” por sus compañeros) son separados de sus congregaciones y hasta pueden ser expulsados por su inactividad. En los próximos posts describiremos el origen histórico de esta secta, sus doctrinas, sus métodos de captación, su modo de vida, su estructura jerárquica y operación.Orígenes de los testigos de JehováLos testigos de Jehová tienen su origen en el noreste de los Estados Unidos, a mediados del siglo XIX. Esa región vió nacer a muchas sectas y movimientos pseudoreligiosos en esa época. Entre ellos podemos notar el Mormonismo, iniciado por Joseph Smith en el Estado de New York; la Ciencia Cristiana, iniciada por Mary Baker Eddy en Nueva Inglaterra; el Adventismo y muchos otros movimientos de diversa importancia. Según la obra de James R. Lewis La Enciclopedia de Cultos, Sectas y Nuevas Religiones, los testigos de Jehová tienen su origen en el movimiento iniciado por John Miller, un predicador bautista del siglo XIX que predijo el fin del mundo para 1844, apoyando sus predicciones en cálculos de fechas extraídas de la Biblia. Este error promovido por Miller, hoy conocido como dispensacionalismo, consiste en dividir la historia sagrada en eras o dispensaciones, las cuales terminan en una última era, el tiempo de fin. El objeto de los cálculos de Miller y de otros dispensacionalistas como Charles Fitch, Samuel Snow y Charles Taze Russell (fundador de la Sociedad Watchtower) era calcular la fecha en que termina la última dispensación para así poder predecir el fin de los tiempos y la llegada en gloria del Señor Jesucristo.La mayoría de los grupos que siguieron la modalidad de John Miller en los años que siguieron a 1844, se disolvieron al fallar sus predicciones, otros volvieron a sus cálculos tratando de hallar una nueva fecha en la esperanza de no fallar otra vez. Entre los grupos que sobrevivieron hasta 1853 a 1855, están la Iglesia Adventista y el grupo de seguidores de Jonas Wendell que pronosticó el fin del mundo para 1874.Cuando el Señor Jesucristo falló en aparecer en 1874, los seguidores de Wendell rápidamente cambiaron la fecha a 1914. Charles Taze Russel (1852-1916) fue por un tiempo seguidor de Wendell pero estaba en desacuerdo con él en cuanto a la forma en que Cristo se manifestaría al mundo en su segunda venida. Así fue que en 1876, Russell se unió a otro predicador, Nelson Barbour, para reiniciar la publicación de la revista Heraldo de la Mañana (Herald of the Morning). Juntos publicaron la obra Tres Mundos o Plan de Redención (Three Worlds or Plan of Redemption). Pronto otros adventistas se unieron a ellos y esta coalición duró hasta 1878 cuando la predicción de Barbour falló tan miserablemente como las anteriores predicciones de Miller, Fitch y Snow habían fallado antes. El grupo entonces reconsideró sus cálculos estableciendo una nueva fecha, esta vez en abril de 1878. Pero el fin del mundo tampoco vino en abril de 1878 y entonces los socios restantes, Russell, Paton y Jones, comenzaron a publicar una revista que llamaron La Torre del Vigía de Sión y Heraldo de la Presencia de Cristo (Zion´s Watchtower and Herald of Christ´s Presence) que con el tiempo se convertiría en La Atalaya (The Watchtower). Ese año, 1879, marca el comienzo del movimiento de Russell que entonces se conocían como Estudiantes de la Biblia en la Aurora del Milenio.En ese entonces Russell enseñaba que Cristo había llegado en forma invisible en 1874, comenzando una obra de recoger sus verdaderos discípulos que duraría cuarenta años, culminando en 1914, año en el que—de acuerdo a las predicciones de Russell—Cristo regresaría en gloria para librar la última batalla: el Armagedón. En los años siguientes, Russell fue publicando gradualmente los siete tomos de su obra Estudios en la Escritura (Studies in the Scriptures). En el primer volumen de esta obra, titulado El Plan Divino de las Edades (The Divine Plan of the Ages) Russell expuso su doctrina fundamental, indicando que los judíos regresarían a Palestina entre 1874 y 1914, comenzando la derrota gradual de las naciones gentiles. Russell anuncia allí que el momento culminante llegaría en 1914, cuando los santos serían glorificados y Dios establecería su reino eterno en la tierra. Los cálculos de Russell usaban no solamente la Biblia sino también una serie de interpretaciones místicas de las medidas de la Gran Pirámide de Egipto, a la que él llama “el testigo de piedra de Dios".La coincidencia de la Primera Guerra Mundial que comenzó en 1914, con las profecías de Russell, dio esperanzas a sus seguidores, que creyeron al principio de la guerra, que ésta desencadenaría eventualmente los sucesos predichos. Sin embargo para 1918 la Primera Guerra Mundial había terminado, sin que el anunciado fin del mundo llegara. Lo que sí llegó fue el fin del mundo para Charles Taze Russell, quien murió en Plano, Texas durante una de sus giras de predicación en 1916. Su último deseo fue ser enterrado vestido de toga, al uso masónico de la época. Sobre su tumba, en un cementerio de Pittsburg, Pennsylvania, aún se puede ver una reproducción a escala de la Gran Pirámide, inscrita con símbolos masónicos. Tanto Russell como Barbour fueron, en vida, miembros de la masonería americana.Los sucesores de RussellRussell dejó instrucciones muy precisas para que, después de su muerte, la Sociedad Watchtower fuera gobernada por un comité de miembros. Sin embargo uno de los abogados de la sociedad, Joseph Franklin Rutherford, batalló legalmente eliminando a sus competidores hasta que pudo erigirse en el segundo presidente de la Sociedad Watchtower contra los deseos que Russell había expresado en su testamento. Rutherford gobernó la Sociedad Watchtower desde 1917 hasta 1942. Durante ese período se predijo el fin del mundo en varias ocasiones sucesivas, para 1918, 1920 y 1925. En 1919 se comenzó a publicar la revista Despertad (Awake!) y se impuso sobre los fieles la obligación de ir de casa en casa. Las profecías fallidas y el comportamiento escandaloso de Rutherford, dieron origen a una multitud de movimientos cismáticos dentro de los testigos de Jehová, siendo los más notables la Asociación de Estudiantes de la Biblia y el Instituto Bíblico Pastoral. Para 1929 un setenta y cinco por ciento de los miembros se separaron de la Sociedad Watchtower.En 1931 Rutherford anunció el cambio de nombre y los entonces conocidos como Estudiantes Internacionales de la Biblia adoptaron el nombre testigos de Jehová adaptando la frase de Isaías 43, 10-11, donde dice “Vosotros sois mis testigos dice Yahweh, mi siervo escogido.” La organización de ancianos y diáconos electivos fue disuelta por Rutherford y las congregaciones quedaron dirigidas por directores nombrados directamente por la Sociedad Watchtower.Entre 1925 y 1932 las doctrinas de los testigos de Jehová sufrieron una profunda revisión, incorporando prohibiciones varias, entre ellas la prohibición de recibir transfusiones de sangre. La fecha de 1914 fue considerada como el momento en que Cristo comienza a reinar en forma invisible en el cielo comandando la selección de los últimos elegidos que termina en el Armagedón. En otras palabras, la presencia invisible de Cristo fue movida de 1874 a 1914 y los “cuarenta años de siega” pasaron a ser un período de duración indefinida.El fin del mundo le vino a Joseph F. Rutherford en su mansión de San Diego, California en 1942. Para reemplazarlo la Sociedad Watchtower eligió a Nathan H. Knorr quien tomó las riendas de la parte gerencial, dejando la teología en manos de Frederick W. Franz, un hombre de escasa educación y con poca o ninguna formación teológica. Knorr volvió a establecer la jerarquía de ancianos y diáconos para dirigir las congregaciones, reservando el derecho de la Sociedad Watchtower de aprobar o rechazar los nombramientos.
Bajo la dirección de Franz se produjo aun otra predicción para 1975, año en que Franz habría calculado el fin de seis milenios desde la creación del hombre. Esta fecha se promocionó en conjunto con una serie de cálculos que interpretaban las palabras de Cristo en Mateo 24, 34 como una señal que la generación de 1914 estaría aún con vida al tiempo del fin del mundo. El fin del mundo tampoco vino en 1975 pero sí les llegó a varios de los envejecidos miembros del Cuerpo Gobernante.
En sucesión, Frederick Franz, Milton Henschell y Don Adams pasaron por la presidencia de la Sociedad que ahora es gobernada por un comité de doce miembros.A pesar de haber fallado miserablemente en predecir la fecha del fin del mundo, los testigos de Jehová siguen prediciendo que el tiempo del fin ha llegado y que el fin del mundo es inminente. Extraoficialmente hablan ahora del año 2034, una fecha a la que llegan por medio de agregar al año 1914, los 120 años determinados por Dios para la vida del hombre en Génesis 6, 3.

viernes, 3 de abril de 2009

Detenido un cabecilla del 'cartel de Juárez', hijo de El Señor de los Cielos

Vicente Carrillo Leyva era uno de los 24 criminales más buscados de México
Dicen que antes de irse al otro mundo, lo que sucedió en 1997 mientras un cirujano trataba de cambiarle el rostro por el de una persona decente, Amado Carrillo Fuentes le pidió a su hijo Vicente, su primogénito, que no se dedicara al negocio del narcotráfico. Amado Carrillo tenía por entonces 41 años y era considerado el narcotraficante más poderoso de México, jefe supremo del temible cartel de Juárez. Disponía de una flotilla de Boeing 727 para transportar cocaína a EE UU, lo que, además de una inmensa fortuna, le proporcionó un apodo majestuoso, El Señor de los Cielos, nada que ver con los que arrastraban algunos de sus colegas de la época: El Pinocho, El Colocho, El Mosca o El Chapo...
Su hijo Vicente no le hizo caso.
Vicente Carrillo Leyva -que cuando murió su padre tenía 21 años y ahora ya anda por los 32- fue detenido por la policía mientras hacía deporte muy cerca de su casa, en el Bosque de las Lomas de la ciudad de México. Iba vestido con un chándal blanco y llevaba puestas unas gruesas gafas de pasta negra. Vivía bajo un nombre tan falso como su aparente fachada de probo empresario, pero había descuidado un detalle que a su padre -tan obsesionado con su seguridad que le costó la vida- no se le hubiera pasado por alto. Su esposa, Karina Quevedo, seguía llamándose Karina Quevedo... Y eso, según la versión oficial, fue lo que llevó a los guardias hasta su paradero.
Ayer, muy de mañana, dos policías federales encapuchados y portando rifles presentaron a Vicente Carrillo ante la prensa. La imagen recordaba a otra muy reciente. La presentación hace dos semanas de Vicente Zambada, hijo de El Mayo Zambada, uno de los jefes del cartel de Sinaloa. Hay varias lecturas de esas dos detenciones. Por un lado, tanto Vicente Carrillo como Vicente Zambada pertenecen a las nuevas generaciones de narcos. Con el dinero sucio de sus padres ellos viajaron por el mundo y se graduaron en las mejores universidades. Al regresar a México, utilizaron su formación para modernizar el negocio, blanquear los grandes ríos de dinero negro. De ahí que sus rostros figuraran en los carteles que la Procuraduría General de la República (PGR) distribuye con el nombre y la recompensa de los 24 criminales más buscados.
Hay otra lectura. Da la impresión de que la Policía Federal y el Ejército mexicano siguen subiendo, aunque trabajosamente, por la escalera del crimen organizado. Hace unos meses, las presentaciones que hacía la PGR de sus detenidos tenían como estrellas invitadas a sicarios mal encarados acusados de cortar la cabeza de dos docenas de albañiles que habían construido un narcotúnel en la frontera o a verdaderos monstruos capaces de cocinar a 300 de sus víctimas en sosa cáustica... Esas detenciones se siguen produciendo -como siguen produciéndose los asesinatos entre bandas rivales-, pero a ellas se han unido las de los lugartenientes de los grandes capos.
Si se tiene en cuenta que el presidente Felipe Calderón ya no está solo en esta guerra -precisamente ayer iniciaba su visita a México la secretaria de Seguridad Nacional de EE UU, Janet Napolitano-, cabe suponer que ahora se está más cerca que nunca de llegar a la cúpula de las organizaciones criminales, allí donde todavía habitan los nombres míticos del narcotráfico. En la cabeza de todos sigue un nombre, el del enemigo público número uno. Lo reconoció ayer Ariel Moutsasos, un asesor de la PGR: "El Chapo Guzmán, jefe del cartel de Sinaloa, se ha convertido en un símbolo, en una suerte de Bin Laden para los cuerpos de inteligencia y de seguridad. Posiblemente, se encuentre en una zona montañosa del golfo de México...". Posiblemente. El Chapo, al final de la escalera.

miércoles, 1 de abril de 2009

'Narcoguerra' en México y Colombia

Diario el País: Colombia y México están íntimamente vinculados por el narcotráfico. Ambos países son ámbitos de producción y tránsito de droga con destino a Estados Unidos, con su formidable mercado de 35 millones de consumidores, y el asalto a las instituciones del Estado que Colombia sufría en los años ochenta y noventa parece una calcomanía de lo que hoy sucede en México. Ha habido un trasvase de mafias, una implantación de carteles de la droga de Colombia en México, porque la demanda es tal que la oferta se ubica allí donde esté el eslabón más débil. Pero los dos países no son vasos comunicantes, porque no es que el primero se vacíe para llenar el segundo, sino que México se colombianiza, sin que Bogotá se vacíe por ello del problema.
En 1982, el presidente norteamericano Ronald Reagan creó la South Florida Task Force, que destruyó los canales de distribución colombianos por mar hasta Miami, lo que dio lugar a la operación trasvase, mediante la cual los carteles colombianos comenzaron a establecer con socios locales nuevas rutas a través de México. Al mismo tiempo, el Estado colombiano comenzaba a imprimir mayor vigor a la lucha contra el narco. Bajo la presidencia de Ernesto Samper en los noventa, se dieron severos golpes al cartel de Medellín, se dice que con la colaboración de las mafias de Cali, y aunque fue esa presunta connivencia la que arruinó un prometedor mandato del que el propio presidente cuenta que se levantaba cada mañana preguntando qué fuego había que apagar, a su término, en 1998, la guerra ya no podía perderse. Andrés Pastrana y Álvaro Uribe han sido los continuadores de esa obra y, muy notablemente, este último ha apostado sus dos mandatos, y puede que un tercero, a la derrota de la narcoguerrilla, FARC, bajo cuyo amparo crece la coca.
Unos 150.000 mexicanos viven del cultivo, procesamiento y distribución de coca, opio y marihuana, y otros 300.000 operan en industrias complementarias, mientras que en Colombia se decía que uno de cada cuatro varones adultos vivía del negocio de la violencia. Las mafias actúan con impunidad en los Estados de Nuevo León, Guanajuato, Tamaulipas, Chihuahua y Veracruz, y, también como en la Colombia de Pablo Escobar, han desarrollado una red asistencial para facilitar despensas y ayudas económicas a los marginados con el objeto de crearse un escudo de opinión mientras corrompen a las autoridades. No en vano, la mafia siciliana nació en el siglo XIX para saquear el Estado, pero también fue un servicio de auxilios al pequeño campesino y jornalero contra los abusos de la propiedad latifundista.
Esa corrupción afecta hasta tal punto a la policía y los servicios de información que el presidente Felipe Calderón ha tenido que enviar al Ejército a la reconquista de Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos, donde son militares los nuevos jefes de los servicios de seguridad y operan 7.500 soldados patrullando carreteras y caminos, como hace el contingente de la OTAN en Afganistán. En esa localidad de millón y medio de habitantes, ha habido en los primeros 50 días de 2009 500 asesinatos; y desde 2006, en todo México, más de 10.000 muertes vinculadas al narco, tres veces más que las bajas de Estados Unidos en seis años de guerra en Irak.
En Colombia, la superposición de las FARC para la protección y cobro del peaje sobre el cultivo ilícito ha difuminado el panorama, de forma que combatir a la guerrilla parece que lo tapa todo, y pese a los indiscutibles éxitos militares del Estado, la extensión de los campos de coca nunca disminuye. Si mañana las FARC se autodisolvieran, la erradicación del narco se hallaría lejos de estar garantizada, porque a los antiguos carteles les han sucedido gran número de pequeños traficantes diseminados por una geografía abrupta, mal comunicada e inabarcable por un Estado que, aun habiéndose reforzado notablemente con Uribe, necesitaría más tropas de las que parece dispuesto a sufragar el capitalismo nacional.
Diríase que el presidente estadounidense, Barack Obama, sólo hubiera heredado guerras de su predecesor: contra la crisis, contra el pueblo de Irak, contra Al Qaeda y los talibanes en Afganistán y Pakistán, y en su linde meridional, contra la droga. Sellar la frontera con México exigiría seguramente muchos más hombres que el medio millón que Estados Unidos envió a Vietnam a perder una guerra. Pero sin el concurso irrestricto del vecino del norte, cuesta creer que el combate al narco pueda culminarse con éxito.